Lo último que había leído de Antón
Castro era El testamento de
amor de Patricio Julve, una hermosa reedición en Xordica de una colección
de historias publicada en Destino, hace tiempo agotada. Me pareció su mejor
libro (aunque a los autores nos guste poco que comparen a nuestros hijos), así
que cuando me dispuse a leer este Cariñena – su nueva obra, editada por el
Consejo Regulador de la Denominación de Origen del vino con el mismo nombre-.pensé en
beber más de lo mismo: el potente sabor del párrafo enjundioso mezclado con el
aroma del vino de aquí. Pues no. Hay una ausencia total de la intensidad
telúrica de aquellas narraciones, de su pasión arrasadora y, sin embargo, lo
arrollador aquí es la sencillez, su tímida poesía, quizá porque -autobiográfica
como el autor reconoce a esta obra-, quedó preso mientras la escribía del
recuerdo del joven que fue, aquel objetor que en 1978 huyó de su Galicia natal
y empezó a buscar trabajo en la vendimia de estas tierras. Lo cierto es
que ha conseguido trasladar a unas líneas escritas en 2012 su naturalidad y su
suave misterio. Junto al tema del vino, recio y oloroso, la experiencia
personal, aún tan en blanco. Es realmente un libro que respira autenticidad (qué
bien relatado el encuentro con esas gentes y su manera de ser, qué perplejidad
sin aspavientos la de aquel chico que anotaba sensaciones y palabras). Me
parece uno de los logros más importantes del libro, esa precisión sin
estridencias. Vemos
claramente a aquel Filiño, taciturno y gallego, inexperto y medio enamorado
(como actitud mental que tal vez era ya crónica), frente al cierzo, las
palabras nuevas, la dureza del trabajo y la incertidumbre vital. Me ha
encantado leerlo. Me gusta ir descubriendo, como el que anda un paisaje, los distintos registros de un mismo autor.
1 comentario:
Me gusta como escribe Anton Castro, asi que apenas puedo me compro el libro para leerlo,mientras tanto me anoto el titulo.Besos.Teresa J.
Publicar un comentario