sábado, 24 de diciembre de 2011

Un poema de Roberto Juarroz

Poesía vertical  7

Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.

Es el aprendizaje
que se convierte en lo aprendido,
el pleno aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.

El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas.


jueves, 27 de octubre de 2011

Sin noticias de Acuario, de Reyes García-Doncel

Sin noticias de Acuario, Reyes García-Doncel.  Paréntesis Editorial: Colección Umbral, Sevilla, 2011. 330 pp.

Sin noticias de Acuario nos traslada a un momento preciso de nuestra historia reciente: los años previos a la muerte de Franco, cuando una España concluida se aferraba a las ruinas de un presente que muy pronto iba a convertirse en pasado.  No en vano, la novela termina el 19 de noviembre de 1975, cuando la protagonista tiene ya un pie en su propio futuro, tras la crisis de una primera juventud vivida en tan especiales circunstancias.

Entre grandes ideales que emergen y grandes ideales que se desmoronan, consiguen filtrarse también las modas que ya tenían un cierto aire “global”.  Desde más allá de las fronteras patrias llegaban filosofías distintas, una especie de sesgada sonrisa espiritual que se iba adaptando, para su consumo, en occidente. ¿Cómo permanecer indiferentes ante la inminencia de la era de Acuario? No es extraño que, convencidos de que “Occidente tiene muy mal karma”, algunos jóvenes desconcertados se dejasen seducir por el Conocimiento. Esa fascinación tendrá obligatoriamente su retorno, y el retorno no será siempre amable; pero, mientras tanto, la autora nos lleva a las playas en las que aquellos jóvenes recitaron los himnos de Vedas.

La novela nos hace conocer los anhelos de Isabel, estudiante de COU en 1973, a la que tocó resolver un puzzle con el mosaico de creencias de su época.  Un proceso narrado con inteligencia, sentido del humor y un evidente conocimiento de causa que nos deja  como resultado una novela entretenidísima y un eco de mantra, canción protesta, drogas psicodélicas, dulce flauta oriental y estertor de viejos coroneles.

OLGA BERNAD

Publicado en la Revista Artes&Letras, nº 354, 27 de octubre de 2011.
(Suplemento cultural del periódico Heraldo de Aragón)

jueves, 13 de octubre de 2011

El tren de cristal, de José María Pérez Collados

José María Pérez Collados, El tren de cristal, Renacimiento (colección Novela de Campus), 2011, 336 pp.

El Tren de cristal es la primera novela de José María Pérez Collados.  Catedrático de Historia del Derecho en la Universidad de Girona, ha sido investigador y profesor en distintas universidades españolas y extranjeras y ha publicado diversos ensayos de historia política y poesía; también codirige la editorial Nuevos Rumbos. Ahora, con la colección Novela de Campus  –colección que él mismo dirige y que aparece bajo el sello de la editorial Renacimiento y bajo el auspicio de la Red de Universidades para la lectura- da a conocer su faceta como novelista.

Nos encontramos ante una novela de viaje, un viaje que hacemos en compañía del autor desde la realidad hacia la vida interior, y de un intento de regreso que no sabemos si será posible.  Ésa es su trama.  Frente al lema “juro que volveré” con el que se inicia, leemos el primer capítulo y nos deja un gratísimo rumor al mejor Cortázar, el que permite que algo en principio increíble tome por completo la realidad y la domine.  Quedamos atrapados con el protagonista en esa especie de limbo que es la vida en hoteles mientras él se enzarza en miles de litigios con las compañías aéreas, pues ninguno de los vuelos que contrata logra llevarle a Madrid, nueva Itaca de este curioso Ulises.

A partir de ese punto, su viaje – y el nuestro- tiene una doble vertiente.  Es la crónica de todo ese sinsentido en un mundo donde aún no existe Internet y no hay teléfonos móviles, el cuaderno de bitácora de un náufrago, pero también la introspectiva de esas vivencias y el examen del pasado.  Desde la infancia de los desterrados (algo que marca su presente) a la vida universitaria de la época – aquellos principios de los ochenta que ya casi tienen la cualidad del mito- la novela es la experiencia mística de una extraña peregrinación.

Hay un diálogo que nos da la clave: el protagonista habla con su hermana de las razones de su viaje, de los peregrinos y los vagabundos como seres iluminados, de aquellos momentos que nos marcan,  de alguna vivencia maravillosa que nos mueve y nos convierte en transeúntes porque nada vale nada sin lo que tuvimos en aquel momento, y eso nos "desapega" de la vida real.  El vagabundo como ángel caído de algún paraíso perdido, o ni siquiera vivido, porque "la realidad no puede competir con los recuerdos de lo que no fue".   El viaje como intento de construcción de un personaje que sólo quiere volverse hermoso ante otros ojos antes de regresar, de tal manera que toda la vida se convierte en algo que ofrecer a esos ojos sólo para ver al final en ese espejo que ellos también nos aman.

Ese personaje puede no ser verdad, pero tampoco es mentira: está en el deseo y en el corazón.  El protagonista parece entender que morimos si no llegamos a ser quien verdaderamente somos.  Por eso se mantiene en el aire, viajando de ciudad en ciudad, planeando un regreso para el que nunca se encuentra preparado.  Si se pierde porque nada le parece suficiente o encuentra el camino de vuelta es algo que el lector tendrá que averiguar al hacer con el autor este peregrinaje en busca de un “sí” eterno y verdadero, de tal manera que nada – ni la vida, ni la realidad- pueda confundir esa certeza.  

OLGA BERNAD
(Publicado en Heraldo de Aragón, revista Artes & Letras, nº 352 , 13/10/11)  


viernes, 7 de octubre de 2011

Dimensión de la frontera, de Álex Chico

Javier Sánchez Menéndez me entrega el lunes un ejemplar de Dimensión de la frontera, de Álex Chico, el último título de la Colección de poesía de Siltolá.  Parece que en este libro siempre voy por delante: lo leí antes de que se publicase; lo tuve en las manos, una vez publicado, antes que el propio autor.  Al placer de abrir un gran libro se une en este caso la emoción de la amistad, la de haber recorrido también un pequeño trecho del camino que lleva estos versos desde la intención hasta la palabra, de la palabra al papel y, de ahí, al objeto concreto que guardará para siempre todas esas cosas, con su callada y elocuente presencia real: este hermoso libro de edición- como acostumbra Siltolá- perfecta.  

Me resulta muy difícil compartir con palabras (pues estas siempre buscan alguna exactitud) la sonrisa que me produce pasar los ojos por la nota que el autor deja al final del libro.  Reconozco   complicidades, intrahistoria de un libro y de una persona. Es otra forma de leer.  Me emociona el poema que me dedica, este guiño a mi Nostalgia

NOS QUEDA

Puedo situar la palabra
en un lugar que no sea el mío.
Un lugar inexistente, ajeno,
que mire hacia sí mismo
en la distancia
y se repita en lo sucesivo.
Una palabra, un lugar, que siempre
sea de regreso.

Puedo situar el tiempo 
en un muro,
y encontrar una imagen 
que me defina.
Más allá de la sombra que proyecte.

Puedo sentir nostalgia
de lo que todavía no ha sucedido.
Toda la penumbra de un lugar 
que ya no está a oscuras.

Buscándome en una orilla cada vez más lejana.


Gracias, Álex, y la mejor de las suertes para esta enorme Dimensión de la frontera.  Lo merece.

Álex Chico (Plasencia, 1980) es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, prepara una tesis sobre la obra de José Antonio Gabriel y Galán para la Universidad de Barcelona.  Es profesor de Lengua y Literatura.  Ha publicado el poemario La tristeza del eco (2008) y las plaquettes Escritura (2010), Nuevo alzado de la ruina (2005) y Las esquinas del mar (2004).  Ha ejercido la crítica literaria en diversos medios  y publicado sus poemas en diferentes revistas y antologías.  Es codirector de la publicación digital Revista de Humanidades Kafka.

martes, 6 de septiembre de 2011

Operación triunfo, de Rodrigo Olay

 Me escribe este verano Rodrigo Olay, a quien no conocía.  Es de Noreña, Asturias, y tiene 22 años. Me cuenta que le han publicado un libro ganador del Premio Asturias Joven de Poesía 2010, convocado por la Consejería de Cultura y Turismo de su Comunidad y promovido por el Instituto Asturiano de la Juventud.  Me llama la atención el hecho de que el título –Cerrar los ojos para verte-  es el mismo que yo di hace muchos años a un relato mío que siempre permaneció en mi cajón. Tiene Rodrigo la amabilidad de enviarme su poemario y me llega hoy.  Lo abro al azar y me encuentro esto:

 OPERACIÓN TRIUNFO

Lo conocí.  Apenas era nadie.
Pero rápido vi que no era otro
más.  Me acerqué.  Le hablé.  Me lo propuso
y no pude negarme.  Oí el dinero
cayendo desde el cielo a manos llenas.
El chico lo valía.  Era un prodigio.
No tardaron bastantes en unírsenos.
Formamos un buen grupo.  Empezó todo.
Primero algunos bolos, poca cosa.
Luego aquella actuación tan celebrada.
Y entonces la locura, las ciudades,
los fans que nos seguían en la gira,
los estadios repletos.  Y su luz.
Sus letras se aclamaban como salmos,
su palabra de música iba a misa:
gritar su nombre era ya un saludo.  
Pero todo se jode.  De repente
parecía olvidarse de quién era.
Las drogas lo engañaron.  Se creía
que con su voz podía hacer milagros,
que era hijo de Dios, el Rey del Mundo
del Rock.  Y se juntó con esa puta.
En las cenas bebía demasiado
y después nos decía tonterías
como que acabaríamos vendiéndole
a las aves rapaces del gobierno.
Empezó a haber rumores.  No gustaba
aquel loco melenas con su broma
de amor y libertad y desastrados
hippies sucios creyendo sus parábolas.
La juventud se estaba corrompiendo.
Y fueron a por él.  A por nosotros.
Para entonces él no entendía nada
empeñado en cargar su cruz a cuestas.
Pero yo supe ver.  Y de ese modo
recordé dónde estaba mi lugar
y le hice el mayor de los favores.
Le hice eterno, inmortal, un Superhit.
Si no es por mí hoy no sería nadie.
Aquel jueves cambió toda la historia,
y acabó.  Yo cumplí con mi papel.
Ahora sólo debo hacerme a un lado
y esperar a que venga a agradecérmelo.
Sobra tiempo y soy rico: tengo treinta
monedas.  Sólo tres cuesta esta cuerda.

Yo, desde luego, voy a seguir leyendo…

miércoles, 24 de agosto de 2011

Tablero de sueños, de José María Jurado

José María Jurado, Tablero de sueños, Ediciones de la Isla de Siltolá, colección INKLINGS, Sevilla, 2011, 110 pp.
 
Se inició la colección Inklings en Siltolá y recibí, cuando el verano comenzaba, el libro que la estrena: Tablero de sueños, de José María Jurado.  Me ha acompañado en estos meses de hipotético descanso y de calor y, entre lectura  y lectura, he dialogado con el autor, sin él saberlo, en las más extrañas posiciones y entre las más diversas y orteguianas circunstancias: desde la indolente siesta estival al hiperactivo autobús turístico; desde el bullicio de la playa y el hiriente deslumbramiento del sol sobre la página a la soledad de estas noches de agosto, agobiantes, magníficas, irrepetibles como siempre.

Y el libro se acomodaba a todas las posturas con esa paciente delicadeza que tiene la letra escrita a la hora de aplazar y retomar conversaciones. He tenido con él apasionadas controversias y suaves aquiescencias, he encontrado líneas de esas que uno se guarda en la memoria, líneas que transmiten -con una exactitud que nosotros no acertábamos a encontrar- nuestros propios pensamientos.  Cada cual, en la lectura de este libro, descubrirá tal vez las suyas: sus líneas, sus controversias, sus aquiescencias.  Así, leemos afirmaciones como estas:

“La poesía no está sino en el poema, ese arcano indescifrable que se da por el contacto lector entre la palabra fijada y la mente anhelante”

“Pero el primer acontecer del poema es el lenguaje, su expresión simbólica se da en otro ámbito, sí, en los espacios de la emoción y de la inteligencia, pero su materia prima, su raíz mineral, es la palabra.  El prosaísmo trivial, el abuso del inefable vocabulario poético, la abundancia de categorías abstractas y la indefinición en la dicción me parecen errores no menos graves que el hermetismo gratuito y radical” 

"El poeta tiene toda la obligación de ser, a pesar de toda voluntad de claridad (o precisamente por esta voluntad) un alquimista del verbo.  Podemos refutar el gongorismo, pero no a Góngora; podemos impugnar las excéntricas vanguardias, pero no podemos refutar a Rimbaud”

Y algo con lo que no puedo estar más de acuerdo:

“La poesía, si es verdadera, surge incluso a pesar de los postulados de quien la intenta escribir”

Avanzando por este Tablero, el lector encontrará, además de reflexiones, versos y prosas que recorren ciudades (Carta de embarque), La belleza convulsa y La belleza sagrada vista desde la perspectiva del autor a través del acercamiento a unos personajes que ya son, de por sí, toda una carta de presentación del poeta; ecos de música en Conciertos nocturnos , de pintura en La escritura de la luz y de literatura en Letra de oro Las diferentes partes en las que el libro se dispone perfilan el armazón de un pensamiento, son un recorrido por el interior del escritor, una generosa muestra del equipaje con el que José María Jurado enfrenta la partida ante su personal Tablero de sueños.

De estas páginas he escogido el texto dedicado a Ezra Pound que aquí les dejo, en la seguridad de que cualquier lector que se acerque a este Tablero se sentirá involucrado en un diálogo cuyo centro es la belleza, el rigor y la sinceridad con que el libro está escrito.  

EZRA POUND

Bajo el fulgor del hongo americano y el desangrado péndulo del Duce se asienta la jaula.  La lluvia la traspasa, el viento la traspasa, el ciego sol, la sed y la fatiga.  GUANTÁNAMO.  Contra la reja hocican los focos reflectores de las barras y estrellas metodistas.  La inteligencia lírica de un siglo –y de todos los siglos- aúlla como un cimarrón en la perrera.  ¿Qué canto del infierno es este canto?  Bajo el cielo de Italia, un paraíso pintado sobre el cielo del mundo, se yergue Ezra Pound de pie frente a los astros como un viejo campanil. 

Y todos los nombres propios de la Historia acuden sin usura a colmar sus oídos extasiados.

Nota de 21 de noviembre:  El texto de esta entrada, levemente modificado, fue publicado en la Revista Isla de Siltolá, nº 5-6 (mayo-diciembre 2011) ISSN: 2171-4630
Clic sobre la imagen para abrir en pantalla completa.  Desplazar la barra situada en la esquina superior izquierda para ajustar el tamaño de letra en que desee leerse.



jueves, 14 de julio de 2011

Dos poetas YIN: Almudena Vidorreta y Reyes Guillén

Yin. Poetas aragonesas 1960-2010, Olifante Ediciones de Poesía, 2010 

Con la publicación de la Antología de poetas aragonesas YIN, de la que tuve el honor de formar parte, descubrí a muchas autoras para mí desconocidas hasta entonces y releí a otras.  Tengo, por ello, una deuda de gratitud con ese libro y esas mujeres, y también con Ángel Guinda, artífice de esa reunión simbólica.  Por razones muy distintas, de casi todas he aprendido algo, en muchas he encontrado respuesta a preguntas que ya eran mías:   


Nada me conmueve más que la sensibilidad acorralada hasta el punto del suicidio, pero, intentando dar la menor pena posible, se me ocurrió AQUÍ reivindicar la figura (ficticia) de la poeta asesina. Ya que tantos se ocupan de las suicidas sin que por eso les exijan coherencia, me imagino que se podrá divagar con la liberadora sensación de que no sea el yo poético el que muere, sino el tú, sin necesidad de acabar matando gente. No animo tampoco, con esto, a que las demás poetas asesinen a nadie, of course, sino a la consideración estética del asunto. Quizá por eso me encantó la delicada contundencia irónica de esta pequeña femme fatale:

PRESAGIO

Allá vas con mi carmín en la boca
que no te enteras
y con los ojos cieguitos
pensando en un mañana que no va a llegar nunca.
Si supieras que voy a matarte
no caminarías tan despacio.

Almudena Vidorreta (Lengua de mapa, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2010)

En otro orden de cosas, expresar con cuidado y fidelidad un grado de emoción tan extremo como el que puede experimentarse realmente ante la muerte de un ser querido me parece de lo más complicado. Por desgracia, hubo una ocasión en que la brutal realidad me golpeó de esa manera y, muchos años después, intenté encerrar aquel desbordamiento en los límites de un poema, lo intenté AQUÍ.  Yo tardé mucho tiempo, puede que demasiado, porque no hay nada que me dé más miedo, ni nada que odie más como lectora que verme envuelta en un sentimentalismo tan comprensible desde el punto de vista humano como imperdonable desde el punto de vista literario; y también es fácil pecar de todo lo contrario: intentar convertirlo en no sé qué, como si nos avergonzásemos de sentir –y decir- dolor, amor, poesía.  Indudablemente, hace falta talento para tomarles el pulso a esas palabras.  Este poema de Reyes Guillén me tocó, se agarró a mi memoria desde la primera vez que la oí recitarlo.  Me rozó su intensa verdad, su dignidad, la brillante sencillez de su valentía, todo su dolor:

TIERRA

No me preguntes, tierra,
por qué te llamo.


No te extrañes, tierra,
si a ti me inclino;


si mi inercia
a ti me lleva.


Si sabes tierra 
que es porque
dentro, en ti muy dentro
nacen las flores 
y viven 
las madres muertas.


Reyes Guillén (inédito).

viernes, 24 de junio de 2011

"La única realidad" de Antonio Rivero Taravillo


LA ÚNICA REALIDAD

Pues no, no estás con él.  Nada me importa
que creas que lo abrazas o te besa.
Nada, que te parezca que estáis juntos
logrando que hasta el tiempo se demore.

Esa felicidad que piensas tuya
añade ingenuidad a tus encantos.
Estás en estos versos que te nombran:
no existe más alcoba que esta página.

Haz lo que quieras, porque no harás nada.
Ámalo hasta las heces, mas si yo
afirmo en estas líneas que lo odias,

tus ojos pulverizan su mirada.
Si digo que me quieres, me desnudas
sobre la blanca colcha del poema.

Antonio Rivero Taravillo, Lejos, Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla, 2011, 80 pp.

viernes, 10 de junio de 2011

"El paseo en bicicleta" de Antón Castro

El paseo en bicicleta, Olifante Ediciones de Poesía, Zaragoza, 2011

Antón Castro (La Coruña, 1959) es autor de más de veinte libros de narrativa, poesía, entrevistas y ensayos, entre ellos Mitologías. Los pasajeros del estío (Olifante, 1990), Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (Gobierno de Aragón, 1992) El testamento de amor de Patricio Julve (Destino, 1995, 2000),Vida e morte das baleas (Espiral Maior, 1997), Golpes de mar (Destino, 2006),  Fotografías veladas (Xordica, 2008) o Vivir del aire (Olifante, 2010). Dirige la revista  Artes & Letras del periódico Heraldo de Aragón y, desde mayo de 2006, presenta el programa cultural “Borradores" en Aragón Televisión.  Publica ahora en Olifante El paseo en bicicleta, su más reciente apuesta poética. 

El autor comienza El paseo con el poema En ruta,”Allá voy, como antaño”; desde el principio nos incorpora a su viaje – todo libro lo es, toda lectura- con la naturalidad del niño que invita a sus amigos, con la eficacia del escritor que sabe muy bien que solo si el lector camina (o pedalea) con nosotros conseguirá el poema recorrer la ruta que persigue. “Allá voy con la certeza de que la meta/ está cerca o muy lejos: /sobre mi piel o enterrada/ en  un misterioso cuarto de mi sangre. / Allá voy y a mí mismo me persigo.” 

Desgrana entonces sus primeros recuerdos, la nostalgia del niño que jamás tuvo una bicicleta propia y pedalea sin parar, vuela sobre infinitas bicicletas prestadas que acaban siendo al fin su riqueza y la nuestra.  A través de sus paseos -26 poemas en prosa y verso-, acompañamos a su padre en la Galicia de su infancia, su miedo y su extrañeza ante el mundo adulto, profundamente incomprensible, a sus imprevistos avituallamientos, las moradas brevas de la higuera que campa, gigantesca y olorosa, en medio del camino. “Envolvente, un paraguas de ramaje/ me cubre y alivia mi respiración”. 

Nos cuenta la historia de Una casa en venta y otras confidencias de viaje que se hacen poesía quizá porque nunca el pensamiento vuela tan libre como cuando nuestro cuerpo está ocupado en algo que es a la vez mecánico y sorprendente y nos hace avanzar.  No hay parada definitiva, no hay caminos iguales, tal vez por eso cada poema es tan distinto. Nos habla del rapsoda, “el hombre que decía versos por las calles, en las tabernas, en las esquinas del cierzo”, y en la voz del rapsoda imaginamos los versos de Walt Whitman y de Góngora, de Ángel Guinda y Vicente Aleixandre, de Alfonsina Storni o Vallejo, todo lo oímos de pasada, queriendo ir más allá, pensando que tal vez volveremos sobre ello, dejando una suave estela de deseo y esa esquizofrenia- tan poética- de huir hacia delante mientras se avanza hacia atrás por las rutas interiores de la memoria.  Pedalea para ver, nos sumerge en los mares de maíz que se vislumbran en el paisaje “¿Será cierto que, en su interior, entre sus armoniosas hileras, se esconden los niños ociosos, los zorros, una mujer con mochila que huye de su casa y busca un refugio para su desamor? ¿Será verdad que una diosa de antaño, o quizá una amazona, canta a la luna, protegida por siete serpientes?” 

Jacques Tati, Ramón Acín, Alberto Contador, la voz de Janis Joplin o Kate Bush, la muerte de Nico, la cantante de la Velvet Underground que murió al caer desplomada de una bicicleta, la imagen de Miss Aniela, ciclista de inmensos tacones, “con las nalgas al viento y el sillín erguido/ como un falo o una lengua codiciosa”,  Marie Curie y Pierre recorriendo Francia en bicicleta en su luna de miel, el recuerdo de un romanticismo antiguo en el que no habría ser amado que soportase tanto amor, tanto hambre de mundo, de nombres y caminos, como si solo en la poesía pudiésemos encontrar morada para todos los pensamientos que no quieren morir, como si siempre estuviésemos en peligro de que nos fallasen los frenos y acabásemos como Paco el Pecas, que paseaba por los cantiles con su bicicleta y miraba pasar los barcos hasta que un día encaró el acantilado y cayó al vacío y, desde ahí, al poema El ciclista del mar y a nuestros ojos.   

Todo esto encontrará el lector en El paseo, que presumimos un libro fundamental en la  amplia trayectoria de Antón Castro, pues el poeta, con la pasión intacta pero con la intención y el oficio que otorga la experiencia, mueve las ruedas de su pensamiento –y el nuestro- a golpe de latido, con la sensibilidad a veces acelerada como el corazón del ciclista ante las rampas, con el suave roce de la melancolía en medio de un domingo complaciente en otras.

Y, al fondo, Zaragoza y su vida, sus diferentes casas como etapas de un tour que no acaba nunca y siempre espera de nosotros un esfuerzo más; y la voz de su padre, recobrada,  que nos habla también, paseantes encontrados en medio de la lectura: “Agárrate fuerte, agárrate a mí/ agárrate bien que llegamos pronto, / dice mi padre.  A lo lejos se ve el mar”. 

(Publicado en la revista de poesía Isla de Siltolá, nº 4, Sevilla, enero-abril 2011) 

viernes, 20 de mayo de 2011

"Una aproximación al desconcierto" de Javier Sánchez Menéndez

Javier Sánchez Menéndez    Una aproximación al desconcierto   SIM/ Libros, Sevilla 2011, 65 pp.

Aparece en SIM Libros “Una aproximación al desconcierto” de Javier Sánchez Menéndez, tras quince años sin publicar poesía (propia), dedicado a labores de edición y crítica y al trazado de su particular desconcierto poético. Veinticinco poemas conforman “Las limitaciones del lenguaje”, primera parte del libro.  Cada uno de ellos va formando una lenta avalancha en la que se esconden y se muestran rebeliones, impotencias y conclusiones expresadas desde un descreimiento teñido de una brusca ternura que parece querer resumirse en los versos finales del poema que da título a esta primera parte: “Comenzamos a hablar si sabiamente/volvemos a la infancia/ y descubrimos/ que comenzar a hablar es promover/las limitaciones del lenguaje”.

Llegamos así a “Ataques de cordura”,  dos series de brevísimas composiciones agrupadas en “Lapsus” e “Ictus”, que merodean el desconcierto mezclando la fuerza epigramática del graffiti, un cierto tono de soleá, aire de haiku y brillo, en ocasiones, de sentencia.

En “Clases particulares”, tercera parte del libro, se agrupan  poemas más largos en forma de ejercicios de irreverencia,  represión, olvido y espiritualidad para llegar a una “Última partida”, broche de la obra, que se cierra con una única entrega -“Segunda inclinación”- en la que la cordura ya no importa, pues las lecciones aprendidas y posiblemente olvidadas tampoco nos salvarán del desconcierto: “No es bueno complicarse./Total si son tres días y hemos gastado cinco,/ para qué desatar lo imprevisible”.


(Publicado en Heraldo de Aragón, revista Artes & Letras nº 340, 19/05/11)
Reseña recogida en la página de la editorial SIM LIBROS

sábado, 9 de abril de 2011

Oda a Venecia ante el mar de los teatros (Pere Gimferrer)

(La fotografía es de Pulo y está tomada de AQUÍ.)

                                                Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
                                                                                                                                       García Lorca


Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con que trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.
Que pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,
copos que os diferís en el parque nevado,
el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro
o aquel que allá en Venecia de belleza murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.
Como la vena insiste sus conductos de sangre,
va, viene y se remonta nuevamente al planeta
y así la vida expande en batán silencioso,
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé
si valía la pena o la vale. Tú, por quien
es más cierta mi vida, y vosotros que oís
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por la pura belleza como entonces, violín
que parte en dos aires de una noche de estío
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad
de ser bello. Lloraba yo acodado al balcón
como en un mal poema romántico, y el aire
promovía disturbios de humo azul y alcanfor.
Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo,
un arcángel o sauce o cisne o corcel de llama
que las potencias últimas enviaban a mi sueño.
                                                                      Lloré, lloré, lloré
¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?
Agua y frío rubí, transparencia diabólica
grababan en mi carne un tatuaje de luz.
Helada noche, ardiente noche, noche mía
como si hoy la viviera! Es doloroso y dulce
haber dejado atrás a la Venecia en que todos
para nuestro castigo fuimos adolescentes
y perseguirnos hoy por las salas vacías
en ronda de jinetes que disuelve un espejo
negando, con su doble, la realidad de este poema.
  
Pere Gimferrer 

jueves, 17 de marzo de 2011

Peligro de vida, de Francisco José Martínez Morán

Francisco José Martínez Morán   El Gaviero Ediciones, Colección Cartoné, 2010       152 pp.

 Conocíamos a este joven autor por su faceta poética, reflejada ya en dos estupendos libros: Variadas posiciones del amante (2006), Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande, y Tras la puerta tapiada, premio Hiperión 2009. 

Nos llega ahora, en la hermosa colección Cartoné de El Gaviero Ediciones, este sorprendente conjunto de textos que navegan con la fuerza de un barco pirata entre el mar proceloso del relato corto, la prosa poética y el poema en prosa.

Cada texto de este Peligro de vida tiene algo de bofetada de crudeza y poesía sobre nuestra complaciente manera de considerarnos seres humanos.  Entre las líneas del Peligro se asoma el asesino, el torturador, el violador y el verdugo en promiscua cercanía con la víctima, la compasión y la sinrazón.  Nos sentimos en él fieramente humanos, lejos para siempre de los ángeles; hombres desconcertados, interpelados, amenazados y fascinados por el mal que, casi como un personaje, parece buscar y encontrar la vía perfecta para tomar cada alma y cada cuerpo o asomarse a los ojos envejecidos de unos niños que nacieron en un mundo donde no queda un resquicio para la inocencia.  Pero sí para el arte; en este caso, para la literatura.  Desde ella, el autor nos hace mirar la realidad con reconocimiento y extrañeza y nos sale al paso con una lúcida reflexión inicial que nos empuja hacia la lectura del Peligro (y la vida): “Eso nunca me sucederá a mí: una frase que ha movido el mundo durante siglos.  Siempre, hacia el desastre”. 


(Publicado en Heraldo de Aragón, revista Artes & Letras nº 331, 17/03/2011). 


martes, 22 de febrero de 2011

El otro: Borges

 En el primero de sus largos miles
de hexámetros de bronce invoca el griego
a la ardua musa o a un arcano fuego
para cantar la cólera de Aquiles.
Sabía que otro –un Dios- es el que hiere
de brusca luz nuestra labor oscura;
siglos después diría la Escritura
que el Espíritu sopla donde quiere.
La cabal herramienta a su elegido
da el despiadado dios que no se nombra:
a Milton las paredes de la sombra,
el destierro a Cervantes y el olvido.
Suyo es lo que perdura en la memoria
del tiempo secular. Nuestra la escoria.


De: El Otro, El Mismo

El espíritu sopla donde quiere.  Fatalidad liberadora.  Tal vez ese mismo recuerdo de la Escritura le llevó a decir aquello de "yo creo que es mejor pensar que Dios no acepta sobornos".
Es mejor, yo también lo creo.

jueves, 10 de febrero de 2011

Tránsito, de Juan Manuel Macías


Juan Manuel Macías.   DVD Ediciones poesía. 
  Barcelona, 2011.   70 pp.

Hay libros cuya lectura queremos compartir inmediatamente.  Lo que deseamos decir sobre ellos es "léanlos".  Así ocurre con Tránsito.  El autor es helenista, traductor de Safo, que respira entre las versiones originales de las palabras fundadoras de una poesía sobre la que el devenir posó veintisiete siglos de significantes y lagunas.


Tal vez esto explique que en los amplios límites de este poemario intuyamos la asimilación de antiquísimos misterios. Pero estos son solo punto de inflexión interior, acaso tiovivo de referencia en esfumato sobre el que Hagesícora, la de los bellos tobillos, da vueltas tenazmente para nuestra perplejidad.  El poeta se arriesga a ir hacia ella sin red, aunque sin el gesto epatante y ya algo cansino del provocador.  Hace su poesía, tan libre como consciente de lo que decide superar y lejos de las más o menos bienintencionadas tentativas de poner al lector por testigo ante pensamientos subjetivamente hermosos que nos permitan sentirnos poéticos.  En Tránsito no vemos intenciones, participamos en unos hechos: valentía para levantar su pléyade de símbolos e imágenes sin refugiarse en presuntas naturalidades tantas veces inanes, sin justificarse por hacer lo que hace: poesía.


Lo importante, en cualquier caso, será lo inexplicable.  Al leerlo, la voz de nuestro pensamiento no puede sino tocar esas palabras y sentirse tocada por ellas.  Se cumple el deseo de que el libro sea, más que un soporte, una rotunda ocasión para que la poesía suceda.

(Publicado en Heraldo de Aragón, revista Artes & Letras nº 326, 10/02/2011). 
 


sábado, 22 de enero de 2011

También mueren caballos en combate (Julio Martínez Mesanza)


La fotografía es de Rob.  Está tomada de aquí.
  
Hace muy pocos inviernos, buscando para mi hijo un poema sobre caballos, me encontré con este:

  También mueren caballos en combate,
y lo hacen lentamente, pues reciben
flechazos imprecisos. Se desangran
con un noble y callado sufrimiento.
De sus ojos inmóviles se adueña
una distante y superior mirada,
y sus oídos sufren la agonía
furiosa y desmedida de los hombres.


Lo llevé rondando en la cabeza muchos días, con una imagen de caballos galopando entre la niebla, algo así.  Recordé vagamente el comienzo de una serie que yo creía de finales de los ochenta, pero no recordaba su título.  Hace poco encontré esas imágenes.  Al volver a verlas, pensé que tal vez había deseado entonces leer un poema que ya estaba escrito aunque yo no lo supiese. 

Lo curioso es que, después de leerlo, nunca pensé en caballos muertos, sino en un rumor de galope que ni siquiera necesitaba el adorno de la alegría.  Tampoco el de la tristeza.  Solo esa fuerza cierta y delicada, esa belleza limpia recorriendo la niebla del pensamiento.