Francisco Javier Aguirre, Ediciones Nuevos Rumbos, Colección Fuera de Serie, Zaragoza, 2012, 222 pp.
Desertores de Dios nos introduce en una habitación desconocida, una pequeña sociedad cerrada dentro de la nuestra: la vida en una congregación religiosa. Al leer esta novela colocamos otra pequeña tesela para comprender mejor el mundo. Estos círculos concéntricos tienen un núcleo central: el personal, encarnado en el protagonista. Y cada uno de ellos posee también una exacta correspondencia temporal. La novela presenta una acción real de aproximadamente dos horas, ese es su recorrido cronológico, pero se desarrolla en las reflexiones de una hora simbólica, la “Hora Santa”, y abarca psicológicamente casi medio siglo de recuerdos que el personaje central desgrana. El ensamblaje transparente de tiempos y mundos nos obliga a prestar una atención tan precisa como la palabra a través de la que el autor nos guía por su laberinto, con rigor y claridad, pero sin excesivas complacencias. Debemos estar atentos.
La novela comienza poniéndonos un secreto ante los ojos. “Un sobre cerrado, lacrado, una pesadilla”. Una madre moribunda deja una carta para su hijo. Toda confesión promete otro lado de la realidad, hace temblar los cimientos de nuestras seguridades. Abrir el sobre es acceder a otrasabiduría y, tal vez, como a los primeros hombres, lo que aprendamos nos expulse del paraíso.
Desertores de Dios hace alusión a esos niños de la posguerra que fueron dirigidos hacia los seminarios en un intento por obtener un porvenir y un nivel educativo inalcanzable de otra manera. Algunos de ellos permanecieron internados en instituciones religiosas desde la temprana edad de 11
años. No todos eran, por tanto, casos de verdadera vocación y eso llevó a que muchos acabaran “desertando “, abandonando un mundo que no habían elegido pero que formaría parte de ellos para siempre.
Los recuerdos nos adentran en aquel territorio complejo de voluntad, dudas, fe, intereses, tentaciones y valor. Grandezas y miserias. Verdades y mentiras. El autor nos hace sentir la fuerte presencia del grupo y su influencia sobre el individuo, el peso de la comunidad sobre el protagonista. Nos extrañamos y lo comprendemos perfectamente, notamos la dureza de la Hora Santa, sentimos físicamente sus calambres por la inmovilidad del momento de reflexión y, a la vez, volamos con su pensamiento. Estamos en su encrucijada.
La obra. inteligente y sobria, dura y hondamente tierna, tiene también el atractivo de la novela negra, su suspense recóndito que nos hace dudar de todo y de todos. Desconfiamos de interpretar bien palabras y miradas. Frente a la “normalidad” de la postura exterior, el mundo interior se vuelve una tormenta de la que no sabemos si saldremos… o si nos dejarán salir.
La novela comienza poniéndonos un secreto ante los ojos. “Un sobre cerrado, lacrado, una pesadilla”. Una madre moribunda deja una carta para su hijo. Toda confesión promete otro lado de la realidad, hace temblar los cimientos de nuestras seguridades. Abrir el sobre es acceder a otrasabiduría y, tal vez, como a los primeros hombres, lo que aprendamos nos expulse del paraíso.
Desertores de Dios hace alusión a esos niños de la posguerra que fueron dirigidos hacia los seminarios en un intento por obtener un porvenir y un nivel educativo inalcanzable de otra manera. Algunos de ellos permanecieron internados en instituciones religiosas desde la temprana edad de 11
años. No todos eran, por tanto, casos de verdadera vocación y eso llevó a que muchos acabaran “desertando “, abandonando un mundo que no habían elegido pero que formaría parte de ellos para siempre.
Los recuerdos nos adentran en aquel territorio complejo de voluntad, dudas, fe, intereses, tentaciones y valor. Grandezas y miserias. Verdades y mentiras. El autor nos hace sentir la fuerte presencia del grupo y su influencia sobre el individuo, el peso de la comunidad sobre el protagonista. Nos extrañamos y lo comprendemos perfectamente, notamos la dureza de la Hora Santa, sentimos físicamente sus calambres por la inmovilidad del momento de reflexión y, a la vez, volamos con su pensamiento. Estamos en su encrucijada.
La obra. inteligente y sobria, dura y hondamente tierna, tiene también el atractivo de la novela negra, su suspense recóndito que nos hace dudar de todo y de todos. Desconfiamos de interpretar bien palabras y miradas. Frente a la “normalidad” de la postura exterior, el mundo interior se vuelve una tormenta de la que no sabemos si saldremos… o si nos dejarán salir.
Olga Bernad
(publicado en el suplemento cultural de Heraldo de Aragón- Artes&Letras nº 374- 22/03/2012)
Reseña recogida en la página Web de la editorial NUEVOS RUMBOS
Reseña recogida en la página Web de la editorial NUEVOS RUMBOS
4 comentarios:
hola olga
si quieres leer poemas para
alegrarte el espíritu búscame
en los blogs favoritos de
begoña regueiro, alma soñada,
como jorobla.
ánimo mujer
atentos saludos jmrb
Bienvenido, jmrb.
Me agrada muco la trama de èsta obra ,has hecho una brillante sintesis,pienso que es justo lo que estoy buscando para leer en estos momentos.Un abrazo.Elena A.
ES una gran novela, Elena. Espero que te guste.
Un abrazo.
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