jueves, 13 de octubre de 2011

El tren de cristal, de José María Pérez Collados

José María Pérez Collados, El tren de cristal, Renacimiento (colección Novela de Campus), 2011, 336 pp.

El Tren de cristal es la primera novela de José María Pérez Collados.  Catedrático de Historia del Derecho en la Universidad de Girona, ha sido investigador y profesor en distintas universidades españolas y extranjeras y ha publicado diversos ensayos de historia política y poesía; también codirige la editorial Nuevos Rumbos. Ahora, con la colección Novela de Campus  –colección que él mismo dirige y que aparece bajo el sello de la editorial Renacimiento y bajo el auspicio de la Red de Universidades para la lectura- da a conocer su faceta como novelista.

Nos encontramos ante una novela de viaje, un viaje que hacemos en compañía del autor desde la realidad hacia la vida interior, y de un intento de regreso que no sabemos si será posible.  Ésa es su trama.  Frente al lema “juro que volveré” con el que se inicia, leemos el primer capítulo y nos deja un gratísimo rumor al mejor Cortázar, el que permite que algo en principio increíble tome por completo la realidad y la domine.  Quedamos atrapados con el protagonista en esa especie de limbo que es la vida en hoteles mientras él se enzarza en miles de litigios con las compañías aéreas, pues ninguno de los vuelos que contrata logra llevarle a Madrid, nueva Itaca de este curioso Ulises.

A partir de ese punto, su viaje – y el nuestro- tiene una doble vertiente.  Es la crónica de todo ese sinsentido en un mundo donde aún no existe Internet y no hay teléfonos móviles, el cuaderno de bitácora de un náufrago, pero también la introspectiva de esas vivencias y el examen del pasado.  Desde la infancia de los desterrados (algo que marca su presente) a la vida universitaria de la época – aquellos principios de los ochenta que ya casi tienen la cualidad del mito- la novela es la experiencia mística de una extraña peregrinación.

Hay un diálogo que nos da la clave: el protagonista habla con su hermana de las razones de su viaje, de los peregrinos y los vagabundos como seres iluminados, de aquellos momentos que nos marcan,  de alguna vivencia maravillosa que nos mueve y nos convierte en transeúntes porque nada vale nada sin lo que tuvimos en aquel momento, y eso nos "desapega" de la vida real.  El vagabundo como ángel caído de algún paraíso perdido, o ni siquiera vivido, porque "la realidad no puede competir con los recuerdos de lo que no fue".   El viaje como intento de construcción de un personaje que sólo quiere volverse hermoso ante otros ojos antes de regresar, de tal manera que toda la vida se convierte en algo que ofrecer a esos ojos sólo para ver al final en ese espejo que ellos también nos aman.

Ese personaje puede no ser verdad, pero tampoco es mentira: está en el deseo y en el corazón.  El protagonista parece entender que morimos si no llegamos a ser quien verdaderamente somos.  Por eso se mantiene en el aire, viajando de ciudad en ciudad, planeando un regreso para el que nunca se encuentra preparado.  Si se pierde porque nada le parece suficiente o encuentra el camino de vuelta es algo que el lector tendrá que averiguar al hacer con el autor este peregrinaje en busca de un “sí” eterno y verdadero, de tal manera que nada – ni la vida, ni la realidad- pueda confundir esa certeza.  

OLGA BERNAD
(Publicado en Heraldo de Aragón, revista Artes & Letras, nº 352 , 13/10/11)  


4 comentarios:

Vicente Rubio dijo...

Amiga aquí estoy yo para animarte y decir que escribes muy bien y que mucho animo.
Un abrazo y me hago seguidor tuyo si me dejas ¿Vale?

Olga Bernad dijo...

Pues muchas gracias, Vicente.
Y muy bienvenido.
Encantada.

J. G. dijo...

parece una estupenda recomendación, veré el resto

Olga Bernad dijo...

Creo sinceramente que la novela es estupenda. Ojalá disfrutes también con alguna de las otras recomendaciones.