José María Jurado, Tablero de sueños, Ediciones de la Isla de Siltolá, colección INKLINGS, Sevilla, 2011, 110 pp. |
Se inició la colección Inklings en Siltolá y recibí, cuando el verano comenzaba, el libro que la estrena: Tablero de sueños, de José María Jurado. Me ha acompañado en estos meses de hipotético descanso y de calor y, entre lectura y lectura, he dialogado con el autor, sin él saberlo, en las más extrañas posiciones y entre las más diversas y orteguianas circunstancias: desde la indolente siesta estival al hiperactivo autobús turístico; desde el bullicio de la playa y el hiriente deslumbramiento del sol sobre la página a la soledad de estas noches de agosto, agobiantes, magníficas, irrepetibles como siempre.
Y el libro se acomodaba a todas las posturas con esa paciente delicadeza que tiene la letra escrita a la hora de aplazar y retomar conversaciones. He tenido con él apasionadas controversias y suaves aquiescencias, he encontrado líneas de esas que uno se guarda en la memoria, líneas que transmiten -con una exactitud que nosotros no acertábamos a encontrar- nuestros propios pensamientos. Cada cual, en la lectura de este libro, descubrirá tal vez las suyas: sus líneas, sus controversias, sus aquiescencias. Así, leemos afirmaciones como estas:
“La poesía no está sino en el poema, ese arcano indescifrable que se da por el contacto lector entre la palabra fijada y la mente anhelante”
“Pero el primer acontecer del poema es el lenguaje, su expresión simbólica se da en otro ámbito, sí, en los espacios de la emoción y de la inteligencia, pero su materia prima, su raíz mineral, es la palabra. El prosaísmo trivial, el abuso del inefable vocabulario poético, la abundancia de categorías abstractas y la indefinición en la dicción me parecen errores no menos graves que el hermetismo gratuito y radical”
"El poeta tiene toda la obligación de ser, a pesar de toda voluntad de claridad (o precisamente por esta voluntad) un alquimista del verbo. Podemos refutar el gongorismo, pero no a Góngora; podemos impugnar las excéntricas vanguardias, pero no podemos refutar a Rimbaud”
Y algo con lo que no puedo estar más de acuerdo:
“La poesía, si es verdadera, surge incluso a pesar de los postulados de quien la intenta escribir”
Avanzando por este Tablero, el lector encontrará, además de reflexiones, versos y prosas que recorren ciudades (Carta de embarque), La belleza convulsa y La belleza sagrada vista desde la perspectiva del autor a través del acercamiento a unos personajes que ya son, de por sí, toda una carta de presentación del poeta; ecos de música en Conciertos nocturnos , de pintura en La escritura de la luz y de literatura en Letra de oro . Las diferentes partes en las que el libro se dispone perfilan el armazón de un pensamiento, son un recorrido por el interior del escritor, una generosa muestra del equipaje con el que José María Jurado enfrenta la partida ante su personal Tablero de sueños.
De estas páginas he escogido el texto dedicado a Ezra Pound que aquí les dejo, en la seguridad de que cualquier lector que se acerque a este Tablero se sentirá involucrado en un diálogo cuyo centro es la belleza, el rigor y la sinceridad con que el libro está escrito.
EZRA POUND
Bajo el fulgor del hongo americano y el desangrado péndulo del Duce se asienta la jaula. La lluvia la traspasa, el viento la traspasa, el ciego sol, la sed y la fatiga. GUANTÁNAMO. Contra la reja hocican los focos reflectores de las barras y estrellas metodistas. La inteligencia lírica de un siglo –y de todos los siglos- aúlla como un cimarrón en la perrera. ¿Qué canto del infierno es este canto? Bajo el cielo de Italia, un paraíso pintado sobre el cielo del mundo, se yergue Ezra Pound de pie frente a los astros como un viejo campanil.
Y todos los nombres propios de la Historia acuden sin usura a colmar sus oídos extasiados.
Nota de 21 de noviembre: El texto de esta entrada, levemente modificado, fue publicado en la Revista Isla de Siltolá, nº 5-6 (mayo-diciembre 2011) ISSN: 2171-4630
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2 comentarios:
Muchas gracias, Olga, por tu generosa lectura.
Gracias a ti, José María, por tu libro... y por acompañarme este verano;-)
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