martes, 22 de febrero de 2011

El otro: Borges

 En el primero de sus largos miles
de hexámetros de bronce invoca el griego
a la ardua musa o a un arcano fuego
para cantar la cólera de Aquiles.
Sabía que otro –un Dios- es el que hiere
de brusca luz nuestra labor oscura;
siglos después diría la Escritura
que el Espíritu sopla donde quiere.
La cabal herramienta a su elegido
da el despiadado dios que no se nombra:
a Milton las paredes de la sombra,
el destierro a Cervantes y el olvido.
Suyo es lo que perdura en la memoria
del tiempo secular. Nuestra la escoria.


De: El Otro, El Mismo

El espíritu sopla donde quiere.  Fatalidad liberadora.  Tal vez ese mismo recuerdo de la Escritura le llevó a decir aquello de "yo creo que es mejor pensar que Dios no acepta sobornos".
Es mejor, yo también lo creo.

jueves, 10 de febrero de 2011

Tránsito, de Juan Manuel Macías


Juan Manuel Macías.   DVD Ediciones poesía. 
  Barcelona, 2011.   70 pp.

Hay libros cuya lectura queremos compartir inmediatamente.  Lo que deseamos decir sobre ellos es "léanlos".  Así ocurre con Tránsito.  El autor es helenista, traductor de Safo, que respira entre las versiones originales de las palabras fundadoras de una poesía sobre la que el devenir posó veintisiete siglos de significantes y lagunas.


Tal vez esto explique que en los amplios límites de este poemario intuyamos la asimilación de antiquísimos misterios. Pero estos son solo punto de inflexión interior, acaso tiovivo de referencia en esfumato sobre el que Hagesícora, la de los bellos tobillos, da vueltas tenazmente para nuestra perplejidad.  El poeta se arriesga a ir hacia ella sin red, aunque sin el gesto epatante y ya algo cansino del provocador.  Hace su poesía, tan libre como consciente de lo que decide superar y lejos de las más o menos bienintencionadas tentativas de poner al lector por testigo ante pensamientos subjetivamente hermosos que nos permitan sentirnos poéticos.  En Tránsito no vemos intenciones, participamos en unos hechos: valentía para levantar su pléyade de símbolos e imágenes sin refugiarse en presuntas naturalidades tantas veces inanes, sin justificarse por hacer lo que hace: poesía.


Lo importante, en cualquier caso, será lo inexplicable.  Al leerlo, la voz de nuestro pensamiento no puede sino tocar esas palabras y sentirse tocada por ellas.  Se cumple el deseo de que el libro sea, más que un soporte, una rotunda ocasión para que la poesía suceda.

(Publicado en Heraldo de Aragón, revista Artes & Letras nº 326, 10/02/2011).