miércoles, 1 de septiembre de 2010

Libros importantes

En mi vida ha habido muchos libros importantes. Estoy convencida de que algunos me cambiaron irremediablemente, tal vez no siempre para bien. Con cierta distancia, una acaba mirando hacia atrás, a veces, con un cierto sonrojo. Pero hay libros que llegan en momentos muy concretos, como si ese libro y ese momento hubieran venido a bailar un tango raro contigo. Creo que eso me ocurrió con Rayuela, de Julio Cortázar.

Lo compré casi por casualidad a los dieciocho años. Acababa de empezar segundo de Filología y me creía una intelectual (y ni siquiera me consideraba precoz), también acababa de volver de París y tenía muy fresco el primer viaje que -en contra de la opinión de mis padres- había realizado sola o en compañía de otros que ya no eran ellos. Lo abrí y tuve la sensación de que yo no había visto París, de que posiblemente nunca lo vería del todo y de que la palabra intelectual me iba a quedar grande para siempre. Sin ningún recurso para frenar la admiración (y ninguna gana) casi puedo recordar cómo me fue invadiendo mientras lo leía -en sus varios órdenes y en otros más caóticos- y aún me sorprendo muchas veces buscando esa edición de Cátedra, absolutamente destrozada, entre el montón de mi mesilla, en la guantera del coche o en uno de los fondos mistéricos de los bolsos enormes a los que voy agarrada por el mundo.

"Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven..."